En el solar donde se plantea este proyecto se erige una pequeña edificación de muros de piedra con su aljibe y que probablemente date de hace más de 100 años. Por su antigüedad y su aspecto típico mallorquín, desde el principio se consideró importante conservarla e integrarla en el nuevo edificio.

El proyecto trata de una vivienda unifamiliar que debe dar solución a distintos aspectos importantes: Conservar la edificación existente resaltando su carácter rústico, resolver el desnivel del terreno entre la edificación y la calle, dotar de una orientación adecuada a la vivienda que también le proporcione soleamiento y privacidad y finalmente, crear espacio en el jardín para una piscina.

Para conseguir dar respuesta a la premisa anterior, el edificio se diseñó como una pieza alargada, cerrada al noroeste y abierta al sureste y conectada con la edificación antigua mediante el muro que contiene la boca del aljibe. Esta forma y posición dentro de la parcela, permite retranquear al máximo las zonas nobles de la vivienda respecto de la edificación vecina, obtener un buen soleamiento y dejar todo el espacio posible con orientación sureste para situar la zona de piscina y esparcimiento.

Dado que la parcela experimenta desniveles de algo más de un metro desde la cota de acceso en la calle, hasta su zona posterior y que la edificación existente condiciona en gran medida las posibilidades de la intervención, se tomó la decisión de que la vivienda se situase en el mismo plano que la existente y resolver el acceso desde la calle mediante una plataforma con cuatro escalones y espacio suficiente para albergar una plaza de aparcamiento.

Finalmente, la vivienda diseñada se desarrolla en dos plantas y dispone de cubierta a un solo agua. En la planta inferior se sitúan el salón-comedor, la cocina, un dormitorio, un cuarto de baño y un aseo, mientras que en la primera planta hay dos dormitorios, un pequeño estudio, un cuarto de baño y una terraza.